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lunes, 24 de junio de 2013

Leyenda de amor

Hoy quiero compartir con todos ustedes una historia de amor, del libro  “Cuentos y leyendas de amor para niños” Coedición Latinoamérica.  Norma 1984.
El canto del Chiquirín




(Narración recogida de la tradición oral guatemalteca por la ilustradora, cuentista y guionista Marcela Valdeavellano.)
Este es un cuento antiguo, ¡tan antiguo como el canto del chiquirín!.  Lo venimos oyendo cantar desde que el mundo es mundo. Es una historia de amor. Una historia de amor tan triste, que por eso el chiquirín canta quedito primero, después más fuerte, hasta que revienta.
¡Este chiquirín tan enamorado! Por eso lo oímos en las noches de luna con su cantito necio, dale que te dale, cantando a la par de la ranas en el campo.
¡Pero no les he contado cómo se enamoró el chiquirín! Este animalito es un insecto bohemio y desde que  Dios lo creó, él se dedicó a salir por las noches para cantarle a la luna, paradito en una rama del árbol de matilisguate.  Levantaba sus antenas hacia el cielo y comenzaba una canción olorosa a estrellas y a “huele de noche”.
Los grillos decían: -¡Qué bien canta ese fregado! Si nos descuidamos nos quita las novias.
¿No estará enamorado? – le preguntaba una tortolita roja a su amiga, la tortolita anaranjada.
-¡A saber, pero qué chulo canta!
-¡Es que anda buscando novia! – Gritó la Luna desde allá arriba, sonriendo.
-Sí, Luna, pero por más que canto, no aparece ninguna patoja bonita que quiera casarse conmigo- respondió el chiquirín desde su rama del matilisguate.
-¡Yyyy! Pero si enamoradas tienes a montones! – le contestó la Luna guiñándole un ojo. – Lo que pasa es que no son como tú.
- ¿No son como yo? ¡Claro que sí! ¡Todas son insectos de seis patas! Y yo tengo seis… - le dijo el Chiquirín, contando sus patas, por si se equivocaba.
-Las patas no cuentan. Cuenta el corazón. El corazón de tu novia cantará al ritmo del tuyo. Y ahora me encaramo hasta lo alto, porque ya va a ser medianoche. –Y diciendo esto, la Luna de un brinco rebotó en las alturas del cielo.
 El Chiquirín se quedo pensando -¿Mi novia deberá tener un corazón cantante como el mío? ¡Las cosas que se le ocurren a la Luna!-
Toda la noche se quedó haciendo una lista de las insectos que conocía. -¿La avispa? No, ésa no, porque en lugar de cantar, zumba. ¿La casampulga? ¡Menos! Esa se me prendería y ni me dejaría cantar…
El Sol salió con sus cachetes de gringo y se encontró al chiquirín bien cuajado a la par de su lista de posibles novias.
-¡Sh! ¡No hagan ruido!- les recomendó a los pájaros, frunciendo su bocota colorada.  -¡Dice la Luna que el chiquirín no pegó un ojo anoche y si lo despertamos ahora, no va a cantar con ganas cuando oscurezca!-
Todo el bosque guardó silencio para velar el sueño del chiquirín. Todos excepto una insecto pequeñita que llegó del otro lado del río.
-“¡Chiquirín,  Chiquirín, Chiquirín!” –cantaba a voz en cuello.
-¡Cállate, fuerana, que nuestro cantante está desvelado y a vas a despertarlo! –gritaron todos los animales, muy enojados por la bulla que la extraña venía haciendo.
-“¡Chiquirín, Chiquirín, Chiquirín!” – insistió la insecto, batiendo sus alas rápidamente, hasta posarse en la ramita del matilisguate donde dormía el chiquirín. Este, con el escándalo, despertó al instante.
“¿Chiquirín?” –le preguntó el chiquirín desperezándose. - ¿Qué quiere decir “chiquirín”?-
-¡”Chiquirín” eres tú y soy yo!- le respondió la pequeña extraña, mientras emanaba un perfume desconocido para el chiquirín , que lo hizo temblar de pies a cabeza.  -¿No cantas tú como yo: “¡Chiquirín, Chiquirín, Chiquirín?”  -le dijo la desconocida.
-¡No! Yo cantaba canciones a la Luna, pero de ahora en adelante, cantaré como tú ¡porque tu canto es pura fiesta! – Contestó el chiquirín. Entonces ella le propuso:
- ¡Volemos hasta el zacate que crece a la orilla del río!
El chiquirín alzó el vuelo atrás de ella y se posaron en un tallito de “pata de pollo”.
- ¿Tu no sabías que eres un chiquirín como yo? – le preguntó muy cusca la insecto.
- ¡No  lo sabía! ¡Pero ahora siento que mi corazón late al compás de tu canción! ¡Por qué no cantamos? –Y ambos se tomaron de las patas y mirándose a los ojos entonaron a dos voces la canción que todos conocemos: -“¡Chiquirín, Chiquirín, Chiquirín!”
Como podrán imaginar, los chiquirines no tenían ojos ni oídos para nadie más. Abrazados cantaron todo el día y hasta se olvidaron de almorzar. Al atardecer, el chiquirín dijo a su amiga: -¡Estamos enamorados! ¿Qué te parece si nos casamos hoy por la noche? Así vivirás de este lado del río junto a mí y cantaremos todos los días.
-         ¡Sí, chiquirín! ¡Me quiero casar contigo! Voy a cruzar el río volando muy rápido, para contarles a mis amigos que vamos a casarnos. ¡Regresaré antes de que la Luna este alta! – respondió la chiquirina emocionada. Y sellaron el compromiso con un frote de antenas.

A todo esto, los insectos del bosque estaban como la gran diabla.  - ¡Esta insecto del otro lado del río vino a enseñarle a nuestro cantante esa tontería de tonada que dice: “¡Chiquirín, Chiquirín, Chiquirín!” A mí no me gusta. ¿Qué podemos hacer? - exclamó una lombriz de tierra, sacando la cabeza por un agujero.
-         ¡Propongo que evitemos ese casamiento! – dijo  una mariposa nocturna.
-         ¡Estoy de acuerdo! ¿Pero cómo? – preguntó un zancudo.
-         ¡Eso es fácil! – respondió una araña de patas largas. – Yo puedo tejer una tela pegajosa en la rama del nisperal que se asoma a la otra orilla del río. Como ese paso es obligado para volar para este lado, la chiquirina tendrá que pasar por allí ¡y caerá presa en mi red antes de que pueda decir “esta boca es mía”! Así, nuestro cantante no sabrá por qué no volvió  para casarse con él, pues sólo la dejaremos libre mucho tiempo después. ¡Que les parece?
-         ¡Muy buena idea, estamos de acuerdo! – Corearon todos los insectos del bosque.
-         ¡Muy bien! – dijo la araña. Entonces pondré manos a la obra. – Y se dirigió al nisperal a grandes zancadas.
Mientras tanto, el chiquirín cantaba muy contento revoloteando alrededor del matilisguate: - “¡Chiquirín, Chiquirín, Chiquirín!”.

-¡Ya está cantando esa tontería! – se quejó en voz baja un zancudo. -¡Pero no será por mucho tiempo! La araña ya tiene la tela lista en la rama del nisperal.
Y era cierto. La  chiquirina, ignorando la trampa que le habían  tendido los insectos del bosque, volaba con rapidez hacia el río. Antes de cantar su primer “Chiquirín”,  chocó de frente con la tela de araña. ¡No pudo  moverse más! Los hijos pegajosos la envolvieron completamente.  ¡Más parecía un capullo de mariposa, que una chiquirina pequeñita atrapada en una terrible tela de araña!
Las horas pasaban lentamente para el novio que cantaba: -“¡Chiquirín, Chiquirín!”  Por qué no vienes? – y sólo  recibía el croar de las ranas del río como respuesta. Su angustia fue creciendo cuando notó que la Luna estaba ya muy alta y su novia aún no llegaba. Entonces gritaba con desesperación -¡” Chiquiríííín, Chiquiríííín”, ven, por favor!

¡Ay, esperancita! – dijo el gusano de calentura a una esperanza muy verde.
-         -¿No nos equivocaríamos? En lugar de cantar las bellas canciones de antes, está gritando tanto que parece que va a reventar. –
-         -¡Qué va! Ya vas a ver cómo después de tanta alharaca vuelve a cantar como nos gusta. – respondió la esperanza despreocupada.
Pero el chiquirín no podía mas de tristeza y comenzó a hinchar muchísimo la panza para gritar con fuerza: ¡” Chiquiríííín!, ¡Chiquiríííín!” – Pensando que tal vez ello lo oyera del otro lado del río.- ¡”CHIQUIRÍÍÍÍN, CHIQUIRIIII”…¡POC!

-¿POC? ¿Qué fue ese POC? – preguntó un zompopo a ronrón.
- No sé, - dijo el segundo. - ¡Vamos a averiguar!
Cuando llegaron a la rama del matilisguate donde vivía el chiquirín, vieron con espanto que él había reventado como cuando se revienta un globo de colores.

Desde entonces, cuenta la leyenda, los chiquirines cantan por amor hasta que revientan. Los insectos del bosque lo saben y ya no tratan de forzarlos a cantar canciones a la Luna. Ahora escuchan con respeto el viejo canto: - “¡chiquirín, Chiquirín, Chiquirín!”.-






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