Hoy quiero compartir con todos
ustedes una historia de amor, del libro
“Cuentos y leyendas de amor para niños” Coedición Latinoamérica. Norma 1984.
El canto del Chiquirín
Este es un cuento antiguo, ¡tan antiguo como el canto del
chiquirín!. Lo venimos oyendo cantar
desde que el mundo es mundo. Es una historia de amor. Una historia de amor tan
triste, que por eso el chiquirín canta quedito primero, después más fuerte,
hasta que revienta.
¡Este chiquirín tan enamorado! Por eso lo oímos en las
noches de luna con su cantito necio, dale que te dale, cantando a la par de la
ranas en el campo.
¡Pero no les he contado cómo se enamoró el chiquirín!
Este animalito es un insecto bohemio y desde que Dios lo creó, él se dedicó a salir
por las noches para cantarle a la luna, paradito en una rama del árbol de
matilisguate. Levantaba sus antenas
hacia el cielo y comenzaba una canción olorosa a estrellas y a “huele de
noche”.
Los grillos decían: -¡Qué bien canta ese fregado! Si nos
descuidamos nos quita las novias.
¿No estará enamorado? – le preguntaba una tortolita roja
a su amiga, la tortolita anaranjada.
-¡A saber, pero qué chulo canta!
-¡Es que anda buscando novia! – Gritó la Luna desde allá
arriba, sonriendo.
-Sí, Luna, pero por más que canto, no aparece ninguna
patoja bonita que quiera casarse conmigo- respondió el chiquirín desde su rama del matilisguate.
-¡Yyyy! Pero si enamoradas tienes a montones! – le
contestó la Luna guiñándole un ojo. – Lo que pasa es que no son como tú.
- ¿No son como yo? ¡Claro que sí! ¡Todas son insectos de
seis patas! Y yo tengo seis… - le dijo el Chiquirín, contando sus patas, por si
se equivocaba.
-Las patas no cuentan. Cuenta el corazón. El corazón de
tu novia cantará al ritmo del tuyo. Y ahora me encaramo hasta lo alto, porque
ya va a ser medianoche. –Y diciendo esto, la Luna de un brinco rebotó en las
alturas del cielo.
El Chiquirín se
quedo pensando -¿Mi novia deberá tener un corazón cantante como el mío? ¡Las
cosas que se le ocurren a la Luna!-
Toda la noche se quedó haciendo una lista de las insectos
que conocía. -¿La avispa? No, ésa no, porque en lugar de cantar, zumba. ¿La
casampulga? ¡Menos! Esa se me prendería y ni me dejaría cantar…
El Sol salió con sus cachetes de gringo y se encontró al
chiquirín bien cuajado a la par de su lista de posibles novias.
-¡Sh! ¡No hagan ruido!- les recomendó a los pájaros,
frunciendo su bocota colorada. -¡Dice la
Luna que el chiquirín no pegó un ojo anoche y si lo despertamos ahora, no va a
cantar con ganas cuando oscurezca!-
Todo el bosque guardó silencio para velar el sueño del
chiquirín. Todos excepto una insecto pequeñita que llegó del otro lado del río.
-“¡Chiquirín, Chiquirín,
Chiquirín!” –cantaba a voz en cuello.
-¡Cállate, fuerana, que nuestro cantante está desvelado y
a vas a despertarlo! –gritaron todos los animales, muy enojados por la bulla
que la extraña venía haciendo.
-“¡Chiquirín, Chiquirín, Chiquirín!” – insistió la
insecto, batiendo sus alas rápidamente, hasta posarse en la ramita del matilisguate
donde dormía el chiquirín. Este, con el escándalo, despertó al instante.
“¿Chiquirín?” –le preguntó el chiquirín desperezándose. -
¿Qué quiere decir “chiquirín”?-
-¡”Chiquirín” eres tú y soy yo!- le respondió la pequeña
extraña, mientras emanaba un perfume desconocido para el chiquirín , que lo
hizo temblar de pies a cabeza. -¿No
cantas tú como yo: “¡Chiquirín, Chiquirín, Chiquirín?” -le dijo la desconocida.
-¡No! Yo cantaba canciones a la Luna, pero de ahora en
adelante, cantaré como tú ¡porque tu canto es pura fiesta! – Contestó el
chiquirín. Entonces ella le propuso:
- ¡Volemos hasta el zacate que crece a la orilla del río!
El chiquirín alzó el vuelo atrás de ella y se posaron en
un tallito de “pata de pollo”.
- ¿Tu no sabías que eres un chiquirín como yo? – le preguntó
muy cusca la insecto.
- ¡No lo sabía!
¡Pero ahora siento que mi corazón late al compás de tu canción! ¡Por qué no
cantamos? –Y ambos se tomaron de las patas y mirándose a los ojos entonaron a
dos voces la canción que todos conocemos: -“¡Chiquirín, Chiquirín, Chiquirín!”
Como podrán imaginar, los chiquirines no tenían ojos ni
oídos para nadie más. Abrazados cantaron todo el día y hasta se olvidaron de
almorzar. Al atardecer, el chiquirín dijo a su amiga: -¡Estamos enamorados!
¿Qué te parece si nos casamos hoy por la noche? Así vivirás de este lado del
río junto a mí y cantaremos todos los días.
-
¡Sí, chiquirín! ¡Me quiero casar contigo! Voy
a cruzar el río volando muy rápido, para contarles a mis amigos que vamos a
casarnos. ¡Regresaré antes de que la Luna este alta! – respondió la chiquirina
emocionada. Y sellaron el compromiso con un frote de antenas.
A todo esto, los insectos del bosque estaban como la gran
diabla. - ¡Esta insecto del otro lado
del río vino a enseñarle a nuestro cantante esa tontería de tonada que dice: “¡Chiquirín,
Chiquirín, Chiquirín!” A mí no me gusta. ¿Qué podemos hacer? - exclamó una
lombriz de tierra, sacando la cabeza por un agujero.
-
¡Propongo que evitemos ese casamiento! – dijo
una mariposa nocturna.
-
¡Estoy de acuerdo! ¿Pero cómo? – preguntó un
zancudo.
-
¡Eso es fácil! – respondió una araña de patas
largas. – Yo puedo tejer una tela pegajosa en la rama del nisperal que se asoma
a la otra orilla del río. Como ese paso es obligado para volar para este lado,
la chiquirina tendrá que pasar por allí ¡y caerá presa en mi red antes de que
pueda decir “esta boca es mía”! Así, nuestro cantante no sabrá por qué no
volvió para casarse con él, pues sólo la
dejaremos libre mucho tiempo después. ¡Que les parece?
-
¡Muy buena idea, estamos de acuerdo! –
Corearon todos los insectos del bosque.
-
¡Muy bien! – dijo la araña. Entonces pondré
manos a la obra. – Y se dirigió al nisperal a grandes zancadas.
Mientras tanto, el chiquirín cantaba muy
contento revoloteando alrededor del matilisguate: - “¡Chiquirín, Chiquirín, Chiquirín!”.
-¡Ya está cantando esa
tontería! – se quejó en voz baja un zancudo. -¡Pero no será por mucho tiempo!
La araña ya tiene la tela lista en la rama del nisperal.
Y era cierto. La chiquirina, ignorando la trampa que le habían tendido los insectos del bosque, volaba con
rapidez hacia el río. Antes de cantar su primer “Chiquirín”, chocó de frente con la tela de araña. ¡No
pudo moverse más! Los hijos pegajosos la
envolvieron completamente. ¡Más parecía
un capullo de mariposa, que una chiquirina pequeñita atrapada en una terrible
tela de araña!
Las horas pasaban
lentamente para el novio que cantaba: -“¡Chiquirín, Chiquirín!” Por qué no vienes? – y sólo recibía el croar de las ranas del río como
respuesta. Su angustia fue creciendo cuando notó que la Luna estaba ya muy alta
y su novia aún no llegaba. Entonces gritaba con desesperación -¡” Chiquiríííín,
Chiquiríííín”, ven, por favor!
¡Ay,
esperancita! – dijo el gusano de calentura a una esperanza muy verde.
-
-¿No nos equivocaríamos? En lugar de cantar
las bellas canciones de antes, está gritando tanto que parece que va a
reventar. –
-
-¡Qué va! Ya vas a ver cómo después de tanta
alharaca vuelve a cantar como nos gusta. – respondió la esperanza
despreocupada.
Pero el chiquirín no podía mas de tristeza y
comenzó a hinchar muchísimo la panza para gritar con fuerza: ¡” Chiquiríííín!,
¡Chiquiríííín!” – Pensando que tal vez ello lo oyera del otro lado del río.- ¡”CHIQUIRÍÍÍÍN,
CHIQUIRIIII”…¡POC!
-¿POC? ¿Qué fue ese POC? – preguntó un
zompopo a ronrón.
- No sé, - dijo el segundo. - ¡Vamos a
averiguar!
Cuando llegaron a la rama del matilisguate
donde vivía el chiquirín, vieron con espanto que él había reventado como cuando
se revienta un globo de colores.
Desde entonces, cuenta la leyenda, los
chiquirines cantan por amor hasta que revientan. Los insectos del bosque lo
saben y ya no tratan de forzarlos a cantar canciones a la Luna. Ahora escuchan
con respeto el viejo canto: - “¡chiquirín, Chiquirín, Chiquirín!”.-
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